martes, 15 de diciembre de 2020

EL SOLSTICIO Y LA NAVIDAD

Las culturas antiguas tenían particular respeto y dedicación a la astronomía y de manera especial al Sol, a cuyo estudio y ofrenda dedicaron gran cantidad de sus templos. Por ello se les daba a los solsticios especial atención, puesto que son precisamente los momentos del año cuando el sol llega a sus puntos más lejanos de oscilación entre el Sur y el Norte, en junio (Cáncer) y diciembre (Capricornio) ; es decir, en el momento que en el Astro Rey tiene su máxima declinación meridional (al sur) o septentrional (al norte), aparentando detenerse (de ahí el termino latino Sol – Stitium) para iniciar su camino pendular de
regreso hacia el otro extremo. Este fenómeno donde por tres a cuatro días pareciera que el sol está quieto, para luego comenzar el nuevo ciclo, es lo que llamó la atención a los antiguos hombres.
Este fenómeno (solsticio de verano para el hemisferio sur) comienza entre el 21 y 22 de diciembre y termina entre el 23 y 24 de diciembre. Es decir el sol comienza a “moverse” a partir del 25 de diciembre. Comienzan las coincidencias....  Continuamos con la explicación, mencionando que desde las épocas más remotas y prácticamente en todas las civilizaciones se han festejado las fechas en que se presentan los solsticios: en Roma, se dedicaban al Dios JANO, representativo del Sol, quien presidía los comienzos conocido como el “Sol invictus”.
La masonería no es ajena a tomar como referencia los acontecimientos solsticiales. Y podemos agregar que el cristianismo, conocido receptáculo de las doctrinas anteriores a ella, adoptó la tradición Juanítica primitiva y la asimiló a la mitología Crística, ocupando un lugar preponderante al anular las fiestas “del asno” en verano y las “saturnales” de invierno para cambiarlas por las fiestas de San Juan Bautista y San Juan Evangelista, respectivamente. En la Edad Media el ya entonces San Juan de los cristianos fue adoptado como “santo patrón” de los Collegia Fabrorum de artesanos y luego de los constructores, masones operativos, de donde pasó a la masonería especulativa desde su mismo surgimiento, a principios del Siglo XVIII.
Desde entonces y hasta la fecha, la Francmasonería asimiló a Janus dentro de su estructura simbólica y celebra en su honor las fiestas de Solsticiales y representan el eterno contraste de la luz y la oscuridad, de la vida y la muerte y el eterno renacer de la creación, donde nada puede ser destruido, solo transformado, también representan la armonía cósmica, que permite observar, año tras año, como se cumplen con asombrosa regularidad, de acuerdo a las leyes físicas de su relación con la tierra, prolonga los días o las noches, haciendo que la naturaleza cumpla inexorablemente sus ciclos biológicos. Actualmente, en la masonería en estas fechas se renuevan las autoridades de cada logia, dándole un fin y un nuevo comienzo a cada taller.
Volviendo al solsticio celebrado por los romanos llamado la fiesta del “sol invictus”; fue la iglesia primitiva cristiana que en la época de Justiniano “El Grande” al notar que era la fiesta más grande del imperio romano, pues comenzaba con el Festival Saturnalia (para el hemisferio norte) era cuando las tareas en el campo se terminaban y llegaba la noche más larga, los romanos se relajaban, colgaban la toga en el armario, se vestían de forma informal y se olvidaban por unos días de las reglas que les oprimían durante el resto del año. Todo empezaba en el templo de Saturno, con un estupendo banquete (lectisternium) y al grito multitudinario de “Io, Saturnalia”. De esto se tiene evidencia escrita como El poeta Catullus (84 a.C-54 a.C) decía que eran “los mejores días” y Séneca El Joven (4 a.C-65 d.C) que “toda Roma se volvía loca” durante las fiestas: “La multitud se deja llevar por los placeres”, escribió. Los romanos salían a la calle a bailar y cantar con guirnaldas en el pelo, portando velas encendidas en largas procesiones. La Saturnalia era una ocasión para visitar a los amigos y parientes e intercambiar regalos. Se cerraban las escuelas, los tribunales y las tiendas, se paraban las guerras, se liberaba a los esclavos, y los romanos cometían todo tipo de excesos con la bebida y la comida.

Era la fiesta de la libertad y la desinhibición, y se organizaban juegos, bacanales, bailes de máscaras y espectáculos desenfrenados que estaban prohibidos el resto del año. Los cristianos utilizaban el término saturnalia cuando querían decir orgía. Después del día 25, empezaba el festival de Sigillaria, dedicado, sobre todo, a hacer regalos a los niños: anillos, muñecos de terracota, sellos, tablas de escritura, dados, pequeños objetos, monedas, y, ¡bolsas llenas de canicas! Hay muchos bajorrelieves y documentos que reflejan a los niños romanos jugando a las canicas durante la Saturnalia(ver gráfico). 
Durante estos días, se decoraban las casas con plantas verdes, se encendían velas para celebrar la vuelta de la luz, y se colgaban figuras de los árboles, pero no metían árboles dentro de casa. Los romanos sólo adornaban los que estaban plantados en la tierra. Y tal como lo decíamos al comienzo, llegó Constantino I a ser el emperador romano, y en el año 312 d.c. decide legalizar el cristianismo, pues además de las divisiones en su imperio, no quería más enemigos. Asi llega el año 321 y declaró que el día del “nacimiento del sol invencible”, que se celebraba el 25 de diciembre, debía ser considerado como una nueva fiesta cristiana para celebrar el nacimiento de Cristo. Con estas tácticas, no se alteraba el calendario romano, y las tradiciones paganas se fueron adaptando al cristianismo. Asi llega el año 350, y el papa Julio I reconoció oficialmente el 25 de diciembre como la Fiesta de la Natividad. Así de simple.
La Navidad llegó a Egipto hacia el año 432, y a Inglaterra al final del siglo VI. Alcanzó los países nórdicos a finales del siglo VIII.
En la actualidad, los cristianos occidentales (El Perú incluido por supuesto) lo celebran el 25 de diciembre pero los ortodoxos lo hacen el 6 de enero, basándose en las referencias de un académico griego, Clemente de Alejandría, que a su vez escribió sobre otro maestro griego, Basillides, que dijo que Jesucristo nació el 6 de enero. Clemente se refiere a la Fiesta de la Epifanía, que en España se celebra como el Día de los Reyes Magos.
Los primeros estudiosos cristianos, como el teólogo Orígenes (185-253), condenaban la celebración del nacimiento de Cristo “como si fuese un faraón”. Decía que sólo se festejaba el nacimiento de los pecadores y no de los santos. Hoy, algunos grupos fundamentalistas, como los testigos de Jehová, no celebran la Navidad, por su origen pagano. Tampoco los cumpleaños, dicho sea de paso.
Parece bastante claro que Jesucristo no nació en diciembre. Es muy improbable que los pastores durmiesen con sus ovejas a la intemperie en diciembre, cuando las temperaturas en Judea caían hasta bajo cero y era época de lluvias. Se ha especulado con muchas fechas: el 16 de mayo, el 9 o 20 de abril, el 29 de marzo,…pero es algo imposible de averiguar con certeza.
Todavía hoy, muchas culturas celebran el solsticio de invierno. Para los pueblos indígenas, como aimaras, quechuas, rapanui y mapuches, la llegada de estas fechas coincide con la tradición de agradecer por el año anterior y pedir al padre Sol que retorne con mayor fuerza después de su retiro invernal. La Saturnalia y las fiestas en torno al solsticio de invierno trataban de la familia, la fertilidad, el cambio, la renovación, la protección, el nuevo ciclo. Un nacimiento.
Mera coincidencia ¿?   Pues terminamos estas líneas con la siguiente frase:

 Io Saturnalia! Ave Sol Invictus! ¡Feliz Navidad!

Ivo Pino Ramos
Fuentes: kindsein.com
http://teleformacion.edu.aytolacoruna.es/SOLSTICIO/document/

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