“La voz sonora del patriotismo llamó no ha mucho á nuestras puertas anunciándonos el primer centenario de la venida al mundo de uno de los más prestigiosos militares del siglo XIX. Natural era, pues, que habiéndole cabido al Perú, la dicha de contarle entre sus hijos escogidos, hubiera anhelo vivísimo en tributarle, con tal motivo, el debido homenaje y dejar en la historia el testimonio de gratitud por el honor que como nación le ha merecido”.
Con esta disquisición inicia Ismael Portal su “Bolognesi y sus hijos – Familia de Héroes”. “Publicación hecha con motivo del primer centenario del inmortal defensor de la plaza de Arica, celebrado el 4 de Noviembre de 1916”. Obra impresa en la Oficina Tipográfica de “La Opinión Nacional”, en Lima, calle de Correos N. 194, en 1917; de la cual hemos tomado la mayor parte de la información en la elaboración del presente que trata de rendir un pálido pero emocionado, fraterno y agradecido recordatorio al ciudadano, militar, padre y hermano, nuestro Q:. H\ Francisco Bolognesi Cervantes, al cumplirse los 200 años de su feliz natal.El autor don Ismael Portal Espinoza, un limeño de pura cepa, nace el 17 de febrero de 1863, transita con añoranza por la vida y costumbres de su terruño, ciudad a la que describe con sentido evocador en una serie de obras y artículos periodísticos y que defiende, a los 17 años, al enrolarse en uno de los batallones de reserva que enfrenta al invasor. Fallece el 3 de julio de 1934 en Lima, dejándonos un recuerdo de aquella ciudad de su juventud, de sus ideales, valores y principios.
RAICES
Don Andrea Bolognesi Campanella acuna su primer llanto, en 1774, en el hogar que construyen Guiseppi Bolognesi y Benedetta Campanella, en Génova, provincia meridional de Italia, con marcado acento helénico, que por su escasez de terrenos aptos para la agricultura se vuelve un pueblo austero, habitualmente sombrío, reservado, egoísta, dado a los cálculos y proyectos de ganancia”, que se alegra y contenta en medio del mundo de “comerciantes, agentes de cambio (y) capitanes de buques” y expande en las múltiples fiestas religiosas que celebra con solemnidad y desbordante entusiasmo, sobre todo en la de su patrono San Juan Bautista. En general se dice que “Los genoveses son más porfiados y tercos que los escoceses y más celosos de las ganancias que los judíos”, tanto así que un proverbio italiano declara que tres judíos formarían a un genovés.
dedicándose al comercio, que le hace cauto en sus relaciones. Se ha descrito el carácter del genovés como “
Calle Aflijidos (1838) – Jr. Cailloma cda. 1° Grabado LEONCE ANGRAND En una de las casas de la derecha vivía la familia Bolognesi |
Don Giuseppe profesaba la música. Eximio con el violín y el violoncelo, de los cuales era un célebre profesor, y entre sus alumnos, se afirma, estuvo el virtuoso violinista Niccoló Paganini. Destreza, inspiración y carácter que hereda Andrea y las despliega como maestro de capilla de la Catedral de Lisboa y profesor de Chelo del príncipe de Portugal, con estos talentos, a los que agrega sus ilusiones de progreso y aporte a su nuevo destino, llega al Perú, en 1807, para desempeñar el puesto de Maestro de Capilla de Música y Organista de la Catedral de Lima, ejercer la enseñanza y cultivar sus dotes de compositor.
Su don de gentes, su cultura y su porte amable y la destreza, conocimiento y pasión en la ejecución de los instrumentos pronto le granjearon estima y admiración y él, para incluirse aún más en su nuevo entorno, castellaniza su apellido y empieza a firmar como boloñesi. Testigo vivencial de los movimientos de independencia y la reacción realista, le conmueve el ambiente previo al alcance de la independencia nacional y decide echar raíces.
Contrae matrimonio en la parroquia de San Sebastián, en Lima, el 13 de junio de 1814, con la distinguida dama Juana de Cervantes y Pacheco, de ascendencia arequipeña, cuyos padres Gerónimo de Cervantes y Holguín y María Teresa Pacheco del Carpio gozaban de prestigio y sólida posición social. Establecen su hogar en la calle Aflijidos, hoy jirón Cailloma, N° 125 finca que pertenecía a la acomodada familia de don José Munar y en ella, el 4 de noviembre de 1816, ofrecía la “ilustre dama arequipeña su primer fruto á Lima, á la humanidad, al Perú, á la Gloria”. Cuatro días después don francisco Xavier de Echague declara que… ”Exorcize, bautizé, y puse óleo y Chrisma a Francisco”, en el bautisterio de la parroquia de San Sebastián. “Fue su padrino el Señor Marqués de Montemira, Conde de Valdeoselle, Caballero de la Gran Cruz Colorada y Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos”, don Pedro José de Zárate Navía y Bolaños.
Francisco tuvo seis hermanos: la mayor fue Margarita, casada con el doctor Teodoro Molinieri, educador, contratado en Francia durante el gobierno del mariscal Castilla, para dirigir el Instituto de Arequipa, más tarde asumió la dirección del Liceo Dos de Mayo del Callao; La tercera, Rosa, había nacido en 1818, el 24 de agosto, se casó con el acaudalado hombre de ciencia inglés Hugo A. Wedell…”citado en muchas obras como eximio naturalista, y, su muerte, a la edad de 58 años, acaecida el 22 de junio de 1877, fue muy sentida en los diversos círculos científicos de Europa á los que pertenecía”. Manuela, la cuarta hermana fallece, el 14 de abril de 1819, al nacer. José nace el 6 de agosto de 1821 y fallece a poco de llegar con su madre y hermanos a Arequipa, a principios de 1823 y su partida de defunción está asentada el 3 de marzo de ese año, en la Parroquia de Cayma. Por último Mariano, a quién don Ramón Castilla llamaba “Violinisi”, porque tocaba muy bien el violín, nace en 1826. Además de militar fue músico, pedagogo y autor, siendo edecán del Presidente de la República se casó con Rosa Coloma Salazar, tuvieron cinco hijas: Ana, Juana, Rosa, María y Josefa y un hijo, José Jesús.
Participó en la revolución contra Echenique y en las campañas del norte y el sur contra Vivanco, asiste a la batalla del Dos de Mayo, en el Callao; durante la guerra con Chile es destacado como artillero a la batería “21 de diciembre”, en el Callao y a la batería “Bolognesi” en Chacra Alta, en la defensa de Lima, y llegó al grado de coronel. Fallece en 1899 cuando desempeñaba el cargo de ayudante de la Cámara de Senadores. Tuvo, don Francisco, un hermano de padre, José Gabriel de los Dolores nacido en 1811 de la relación con la señora Tomasa Bermúdez.
El hogar de los Bolognesi - Cervantes se establece, en Arequipa, en la casa situada en la esquina que hoy conforman la calle Puente Bolognesi y Villalba, desde allí partía don Andrea a la recolección de coca y cascarilla, negocio al que se había dedicado en sociedad con don Pedro y Antonio Gastiaburú, don José Ruesta y don Rafael Helmes, en uno de sus viajes se interna en la selva del Cuzco, donde contrae una enfermedad que lo lleva a la tumba un 27 de agosto de 1834.
EL ARBOL
Con siete años, Francisco llega a Arequipa, realiza sus primeros estudios y, en 1830, ingresa al Seminario de San Jerónimo, destacando en matemáticas. Al fallecer el padre asume, con 18 años de edad, la responsabilidad del hogar e ingresa a trabajar a la casa comercial Le Libris y Viollier. Trabajador competente, responsable y laborioso, pronto llega a ocupar la Teneduría de Libros; más tarde, a los 24 años, su espíritu emprendedor, su conducta moral y su desempeño comercial le llevan a asociarse con los señores cuzqueños Peña, Nadal y Garmendia, seguir los pasos de su padre y cumplir con su anhelo de “dedicarse al comercio, á la industria, á sacar” de las abruptas y ubérrimas montañas de Carabaya y Cuzco sus productos naturales, luchando bravamente con el inhóspito territorio y de los fieros naturales, consiguiendo penetrar hasta donde nadie había llegado.
MARIANO BOLOGNESI CERVANTES |
Es así como el “designado por el Dios de las Naciones para que salvase el honor del Perú, llevara espada al cinto y tuviera al efecto en la hora de prueba el mando superior del combate” inicia una brillante carrera militar que culmina en la gloria de Arica.
Nombrado por José Gálvez, en Chincheros, en junio 28 de 1854, Comisario del Ejército libertador comandado por Castilla, es testigo de la abolición de la Contribución de Indígenas (Julio 5, 1854) y, en Huancayo, de la declaración por la que “Los varones y las mujeres tenidos hasta ahora por esclavos o siervos libertos…sin distinción de edad, son desde hoy para siempre enteramente Libres” (Dic 3 – 1854).
Triunfante la revolución, pasa, en 1856, a servir en la Inspección General del Ejército. Ese mismo año y por poco tiempo ejerce como subprefecto de Puno. Su eficiente labor, su honradez y rectitud moral ganan el aprecio del Presidente Castilla quién, el 14 de noviembre de 1856, le nombra su Edecán de Campo. En la campaña contra Vivanco, en Arequipa, es ascendido a coronel efectivo de artillería por su valiente y eficaz comportamiento y “Acción distinguida” en la toma de la ciudad. Participa en la Campaña del Ecuador (1858), de regreso y siendo primer jefe del Escuadrón volante se hace cargo de la Comandancia General de Artillería.
Hay momentos en el devenir de nuestra existencia, a cierta edad en la que hemos asumido una actitud de sana moral ante los planteamientos que nos expone el diario vivir, en que burbujea la necesidad de buscar y captar, de sentir y presentir que el sentido de la vida es otro, que ella se llena de otras esencias más verdaderas y eternas, que no todo lo que “vemos” con los sentidos es lo que parece ser, sino que hay otra “mirada” que se dirige a explicar el verdadero valor de las cosas y colocarnos ante el umbral del conocimiento, de la esencia de nuestro existir. Ella es la “mirada” del corazón. Y don francisco se encontraba en esa especial circunstancia.
En las pausas que se dan entre obligaciones, es posible que, con algunos compañeros de armas o al calor del hogar, haya tratado de encontrar puntos que le llevaran un poco de claridad a sus inquietudes. Alguien, de seguro, menciono a una institución que, aseguró, está integrada por hombres honrados, de buenas costumbres, libres e independientes, amantes de su país y su familia, respetuosos de las leyes, unidos por vínculos de fraternidad y solidaridad como resultado del amor a la humanidad, la búsqueda de la verdad y la práctica de las virtudes morales y sociales. Y que se tratan y llaman Hermanos.
Uno de ellos, estamos seguros, fue su amigo y compañero de armas el teniente y H\ Vidal García y García a quién don Francisco tenía especial estima por su comportamiento al cumplir sus deberes, su actitud sincera y fiel hacia sus amistades y su porte amable, justo y benevolente, por ello decide tocar las puertas de la Augusta Institución, declarando y firmando que:… “de mi libre y espontánea voluntad y bajo mi palabra de honor, me ofrezco como candidato a la Sociedad Masónica” un 29 de julio de 1860. Con su firma avala la solicitud el H\ Vidal.
Sus “méritos profanos lo hicieron digno de penetrar en ese asilo de paz y amistad” que es la Logia y a partir de allí sus “virtudes masónicas, su constancia en el trabajo” y el “celo por la Institución” lo hicieron “digno de nuestro favor y estimación”.
Así investido viaja a Europa, comisionado por el gobierno, con el propósito de comprar armamento de montaña y maquinaria para fabricar proyectiles, llevando como ayudante a su ahora H\, Vidal García y García. En Londres, además de visitar arsenales y fabricantes se relaciona y comparte con HH\ de aquel Gr\ Or\ cimentando una fraterna relación.
En 1860 el Gr\ Or\ del Perú expresaba…”el deber en que estaba de llenar el vacío que existe en la Mas\ peruana de no tener Carta Instaladora…(por tanto) solicitar dicha Carta”, entre otros, al Gr\ Or\ de los EE. UU. de Colombia y al Gr\ Or\ de Inglaterra, para lo cual realiza las gestiones correspondientes a través de HH\ representativos.
El Gr\ Sec\ del Gr\ Or\ Inglés en…”la plancha dirijida (sic) al h\ Francisco Bolognesi, últimamente nombrado representante del Gr\ Or\ Inglés cerca del de Lima” reconoce “la legalidad del Gr\ Or\ del Perú”, anticipándose al de Colombia quien expide la Carta solicitada. La comunicación, después de los saludos y consideraciones al tenor de la solicitud, en su último párrafo señala:
…“Por todo lo manifestado conocerá V. cuáles son las disposiciones del Gr\ Or\ de Inglaterra del que tengo el honor de ser Secretario, y para que estas disposiciones no queden olvidadas, tengo orden de decir a V. que el referido Gr\ Or\ de Inglaterra, reconoce por Gr\ Or\ legítimo del Perú, el que mandaba como Ser\ Gr\ Maes\, a la salida de V. de Lima, el muy ilustre y Excelentísimo S. D. Juan Manuel del Mar gr\ 33. Y para que esta declaración surta los efectos debidos, tengo orden de nombrar a V., como en efecto lo nombro, representante del Gr\ Or\ de Inglaterra cerca del Gr\ Or\ del Perú a que V. pertenece. Nov. 20 de 1861”.
“Al R\ h\ F. Bolognesi”
Guillermo Jone Gran secretario del Gran Or\ de Inglaterra
El encargo que le hace el gobierno es realizado con escrupulosa honestidad y profesionalidad y ante algunos comentarios malintencionados acerca de la calidad del material, realiza ejercicios de artillería en las playas de Conchán, al sur de Lima, con asistencia del presidente Castilla. El diario “El Comercio” comentó un día después: “Todo lo que se dice del ejercicio indicado se puede resumir en una sola palabra: Magnífico”, remarcando en su edición del sábado 26: “El señor Bolognesi ha llenado cumplidamente a satisfacción del gobierno tan delicada misión, trayendo cañones de buena construcción”.
En cuanto a las gestiones exitosas ante el Gr\ Or\ Inglés, sólo cumplió su deber, que es la mayor satisfacción de una conciencia cultivada con los valores y principios que la masonería promueve. Como lo fue, también, su compromiso en Arica.
LOS FRUTOS
Contrae matrimonio el 4 de octubre de 1839 con María Josefa de la fuente y Rivero, procedente de una familia importante de Arequipa, en el oratorio de la familia de doña Eusebia de la Fuente y Aragón. Su primer hijo, Francisco, nació en 1839 y se dedicó a la abogacía, muere soltero en 1878. Rosa, la segunda, muere, también soltera, en 1881. María Trinidad fallece a temprana edad en 1843. La última Margarita, nacida en 1845, se casa en Arequipa con el compositor de música Melitón Cáceres Anadón, tesorero de la Beneficencia local, y tuvieron tres hijos Ismael, Victoria y Rosa, que fallecieron sin dejar descendencia.
Tuvo, desde mediados de la década de 1850, una relación no formal con la dama arequipeña Manuela Medrano Silva, de esa unión fructifican Federico Pablo, nacido en 1856, Enrique, Augusto y César fallecido siendo aún un niño de ocho años (1866-1874).
De Federico se tienen pocas noticias, entre ellas su nombramiento, en junio de 1880, como amanuense en la Secretaría de Relaciones Exteriores, a raíz de la entrevista que, junto a sus hermanos, tienen con don Nicolás de Piérola, en ella el señor Piérola dirigiéndose a ellos, les dijo:
“Usted es don Federico, el mayor. ¿No es verdad?
- Sí señor.
- Bueno. Usted debe estar un poco más lejos del fuego que sus hermanos, para que se conserve la raza y cuide usted, además, a su familia.
- Y lo mandó destinado a la Secretaría de Relaciones Exteriores”.
Ese mismo año, en noviembre, contrae matrimonio con su prima Ana Bolognesi Coloma. Cuando se produce la campaña de Lima se presenta al servicio y con el grado de teniente es destacado en las baterías del Cerro “El Pino”. Fue uno de los pocos sobrevivientes en aquel ensangrentado campo de batalla.
“Bajo la luz del incendio, a las dos de la mañana del día 16, se juntaban cuatro oficiales que habían cumplido su deber hasta el fin: (Manuel González) Prada, (M\ R\ H\ Eduardo) Lavergne, (H\) José Manuel Cebrián y Federico Bolognesi, hijo del héroe de Arica”, nos relata el R\ H\ Luis Alberto Sánchez en su obra “Don Manuel” y prosigue:
“Los cuatro compañeros decidieron venir a Lima. Caminaban silenciosos, con una loza sobre el corazón. La desesperación era tan grande que no sentían fatiga alguna. Ya estaba liquidada la guerra. Ahora, pensar en salvar a sus familias, en salvar la capital, en combatir sin esperanzas, hombre a hombre quizás, si era preciso, para defender sus hogares. Marchaban presurosos, tropezando con cuerpos inertes y cañones desmontados. Resbalaban en charcos de sangre, pero volvían a caminar sin enjugarse las manos. Alguna voz de un malherido les imploraba socorro, pero no había otro remedio que seguir. A la luz de del incendio reconocían los rostros de algunos muertos. Junto a una cureña, Prado vio, dolorido, el cadáver de Natalio Sánchez, que en la mañana, jocundo y alegre, le hablaba de la posible paz. Más allá, el de Colina…Y otro…otro más, amigos, compañeros…”
JOSÉ JESÚS BOLOGNESI COLOMA |
“Mi juvenil sorpresa ante aquella respetable persona, de imponente aspecto, fue notable” de cuya conversación expresa “gratitud por esa primera lección de carácter que en aquel momento le diera”.
Atraídos, desde temprana edad, por la carrera militar ingresan a la Escuela Militar destacándose entre los primeros alumnos “no sólo (en) el aprovechamiento sino (en) la conducta y absoluta corrección en todo”. Debido a ello, Enrique, al concluir su aprendizaje en 1878, pasó con el grado de subteniente a un regimiento de artillería, siguiendo los pasos del padre y de su tío; mientras tanto Augusto, que aún no había terminado sus estudios, fue ascendido de caballero cadete a subteniente.
Al estallar el fratricidio Enrique marcha a Tacna, su padre ya lo había hecho antes y había actuado con pundonor, denuedo y “tacto profesional” en el desastre de San Francisco, el 19 de noviembre de 1879. Ocho días después, agobiado por elevada fiebre y “las fatigas de una campaña agitadísima y la falta absoluta de todo lo que un soldado necesita”, en Tarapacá, el coronel Bolognesi montó a caballo y salió al encuentro del invasor “y dando ejemplo de valor a sus tropas, contribuyó poderosamente al triunfo de nuestras armas en aquella difícil jornada, en la que menos de tres mil hombres de infantería con escasas municiones, vencieron a cinco mil con artillería, caballería y parque abundantísimo”.
“De los restos del ejercito de Tarapacá, continua Portal, se separó lo mejor, para que sirviera de base al que debía defender Tacna, punto donde el enemigo tenía que establecer su cuartel general para emprender sobre Arica, por mar y tierra, a efecto de adueñarse del estratégico morro que se proponía “no soltar jamás”.
En Arica quedan 1653 hombres decididos a defenderla. Desde allí, el R\ H\ Francisco Bolognesi, el 19 de abril de 1880 le dirige unas palabras a su “Querido hijo” Enrique: “Son las once del día, le dice, te dirijo ésta para despedirme” para, luego de referenciar la situación de la plaza y lo que cree que podía suceder, sentenciar: “Ya estoy fastidiado, deseo que llegue el momento de un ataque para descansar del modo que quieras entenderlo”. Encargándole afectos a todos se despide con un lacónico, pero, seguramente, muy emocionado “Adiós”.
El 21 de mayo da respuesta, desde Arica, a la nota enviada por su “Querido Enrique” indicándole las gestiones que ha realizado y el envío que le hace para auxiliarlo, gestos entrañables de quién había sabido ser, en cada etapa de su vida, padre, guía, maestro y, ahora, amigo y camarada de armas.
El día 26 estalla la batalla del Alto de la Alianza, en ella, Enrique, se porta bizarramente, “y tanto por su valeroso comportamiento durante la acción cuanto por haber salvado tras sobre humanos esfuerzos y fatigas el único cañón que nos quedaba fue ascendido a propuesta de todos los jefes a la clase de capitán efectivo de su arma”. Armamento que traslado, penosamente, a Arequipa.
El desastre de Tacna, es la sentencia de Arica y allí se dirige el enemigo: a 6500 hombres de infantería y caballería, bien armados y equipados con 22 cañones y 2 ametralladoras se le oponen 1858 voluntades en la que se reúnen la 7° y 8° División y los que trabajaban en la Subprefectura, Capitanía del Puerto, Proveeduría, Maestranza, Telégrafo y en otras dependencias. Despunta el 7 de junio.
¡Pelearemos hasta quemar el último cartucho!
Provocación o reto a muerte, soberbia frase de varón, con digno juramento de soldado, que no concibe la vida sin el honor, ni el corazón sin el altruismo, ni la palabra sin el hecho que la confirma y la ilumina (…)
Y el juramento se cumplió por el jefe y por el último de sus soldados, porque el bicolor no fue arriado por la mano del vencido sino despedazado por el plomo del vencedor…” (*), Bandera que, empapada en la sangre de aquellos mártires, le sirve de sudario a los inmortales.
En Arequipa, Enrique se entera de la heroica muerte de su padre y se convence de que allí no podrá hacerle frente al enemigo y decide partir a Lima y esperar al invasor. Una decisión peligrosa dada la estricta vigilancia que se ejercía sobre los caminos y rutas navales. Optó por venirse a pie y con escasas provisiones, comenzó “á burlar por medios diversos las asechanzas que le amenazaban,…extraviando rutas, desafiando hasta la misma naturaleza… (Atravesó) la considerable distancia que separa la ciudad del Misti de la del Rímac. (…) Dos meses empleó en la seria Jornada. En los primeros días de noviembre se presentó, pues, en su hogar, bastante maltratado, pero con el ánimo entero y resuelto á lo que viniere”.
En los campos de San Juan se encuentran Enrique y Augusto, en sus puestos, al pié de sus cañones. Al romperse los fuegos, avanzan, disparando sin cesar. “La lucha es tremenda. Augusto cae a tierra. Tres proyectiles de ametralladora le hieren el pecho y un brazo. Pero, él no ve su sangre, porque es la del enemigo la que busca. El fuego continúa. Augusto recibe un fragmento de bomba que le destroza una tibia, y minutos después dos proyectiles de rifle derriban otra vez ese cuerpo, pequeño, pero sostenido por un alma de Titán”!
Evacuado a la capital, pese a su negativa, en el camino Portal le reconoce. (…) “el valiente artillero, me dijo balbuceante:”siete heridas tengo, hermano; figúrate”… y nos despedimos”…
Mientras tanto “Enrique, que batiéndose como un león en el cerro de Santa Teresa, había recibido un balazo en la cabeza, al comprender que las cosas no llevaban buen rumbo en San Juan” se dirige a la batería del cerro “el Pino” donde se encontraba su hermano Federico para exigirle que, “puesto que era él el mayor y contaba, además, sólo dos meses de casado le permitiese reemplazarlo y se retirase”. Ante la negativa de este, marcha al cuartel de Santa Catalina para solicitar al general “Joaquín Torrico, uno, dos, los cañones que hubiera en estado de servir para regresar con ellos al campo de batalla”.
Con una batería conseguida con dificultadas enrumba a dar frente al enemigo, que ya había tomado, arrasado e incendiado Chorrillos y Barranco, para detenerse en Miraflores. A las dos de la tarde comienza la batalla. “Enrique anduvo con fortuna en los primeros momentos y llegó, como su padre, á quemar el último cartucho; porque se le agotaron las municiones. Tomo luego un rifle, y cuando había recibido un balazo en la pierna, descuidando la herida, un proyectil le atraviesa el cuello, y el valiente capitán cae sin conocimiento, mortalmente herido”.
Se encuentran los hermanos en su casa de La Medalla postrados de gravedad. El amanecer del día 16 fue pavoroso para la ciudad, se desatan asaltos, saqueos, destrucción e incendios de comercios y propiedades, una de ellas, colindante al domicilio de los Bolognesi, es víctima de estas fieras, por lo que los hermanos son trasladados a la casa de su tío Mariano, en la calle de Gremios. El 17 de enero de 1881, nefasta y fatídica fecha, es ocupada Lima.
“Y el 23 entregó su alma al creador este mi tan querido amigo (Enrique) con la tranquilidad que es propia del que ha cumplido uno de los más sagrados deberes en la tierra: la defensa de la patria, sin límites sin convencionalismos, sin apego a nada, ni aún á la vida misma”. El 27 lo hace Augusto.
R:.H:. Ivo Pino Ramos Logia Honor y Lealtad N° 200 Fuente. Archivo Histórico de la Gran Logia del Perú Cortesía del R:.H:. Francisco Sialer García. |
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