El presente artículo se basa en la entrega de un antiguo documento que data del año 1876, que hiciera la Logia Alianza y Firmeza N° 16 al Instituto de estudios históricos de la Gran Logia del Perú, y que menciona al hermano Eduardo Lavergne, quien fuera Gran Maestro en el periodo 1890, e incluye además una nota biográfica del hermano Claudio Rebagliatti. Al final encontrará el enlace al documento oficial en formato pdf para libre descarga.
La Logia ALIANZA Y FIRMEZA Nº 16, en su reunión del día 22 de marzo del presente año, distinguió al INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTORICOS DE LA GRAN LOGIA DEL PERÙ con un importante documento, emitido el 22 de noviembre de 1876, por el que se acredita como miembro Honorario de la Logia ORDEN Y REFORMA Nº 19 al hermano EDUARDO LAVERGNE quien ejerció la Gran Maestría en el periodo de 1890 – 1891, donde se le recuerda por ser un entusiasta promotor de la fundación de la Gran Logia del Perú, que promovió a través de la “Revista Masónica” de la que fue uno de sus fundadores como también lo fue de la Biblioteca de la Gran Logia del Perú, entre otras muchas acciones de su fructífera vida, en bien general de la Orden y de la sociedad que le cobijó.
La Logia ALIANZA Y FIRMEZA Nº 16, en su reunión del día 22 de marzo del presente año, distinguió al INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTORICOS DE LA GRAN LOGIA DEL PERÙ con un importante documento, emitido el 22 de noviembre de 1876, por el que se acredita como miembro Honorario de la Logia ORDEN Y REFORMA Nº 19 al hermano EDUARDO LAVERGNE quien ejerció la Gran Maestría en el periodo de 1890 – 1891, donde se le recuerda por ser un entusiasta promotor de la fundación de la Gran Logia del Perú, que promovió a través de la “Revista Masónica” de la que fue uno de sus fundadores como también lo fue de la Biblioteca de la Gran Logia del Perú, entre otras muchas acciones de su fructífera vida, en bien general de la Orden y de la sociedad que le cobijó.
Este acto de generosidad, sentimiento tan noble, útil y cariñoso, realizado por la Logia ALIANZA Y FIRMEZA Nº 16, honra y eleva aquellas recomendaciones contenidas en el Ritual de cierre de la Logia y en el cargo que se nos hace conocer en nuestra ceremonia de iniciación y, además, nos bendice y enriquece, pues el Gran hacedor bendice tanto al que da como al que recibe y nos enriquece, porque el Museo de la Gran Logia del Perú ve acrecentado el valor de su patrimonio museístico y, al hacerlo, enriquece, a su vez, la experiencia de visitarlo.
Agradecemos esta fraterna, exquisita e
importante donación, quedando sumamente reconocidos por este acto de
desprendimiento y generosidad que marca un derrotero para que ellas se
multipliquen.
Todo documento tiene algo que contar y este,
en particular, siendo histórico, tiene trascendencia para nuestra Institución
porque nos permite reconstruir algunos hechos de su marcha por la historia y
recordarnos aspectos de la vida personal de los Hermanos que allí figuran. En tal
sentido, apenas nos vamos referir a algunos de ellos, quedando pendiente una
más exhaustiva revisión a la que invitamos a todos los Hermanos interesados en esta
investigación.
Este documento, también, es un fraterno
testimonio del reconocimiento que la Logia Orden y Reforma Nº 19 manifiesta
a los especiales méritos y relevantes servicios del hermano Eduardo Lavergne,
otorgándole la honorabilidad del Taller afirmando, de ésta manera, que nuestro hermano había conseguido, en sus actos cotidianos, la particular conducta que
todos debemos adquirir, de revestirla de virtud que le permitía ingresar al
Templo del Honor.
Bajo la premisa de “Institución sin prensa es
hombre sin lenguaje” funda, junto a los hh Christian Dam y Federico E. Ego
Aguirre, la “Revista Masónica”, de la que son sus directores. El primer número
salió a la luz el 15 de febrero de 1882, consagrándose a “popularizar y
defender la independencia de la masonería simbólica y propender a la
unificación de los ritos”.
Así
mismo, funda, organiza e implementa la Biblioteca de la Gran Logia del Perú, en
las que se encontraban obras de toda índole del quehacer humano, incluyendo
aquellas referentes a doctrina, procedimientos e historia de la francmasonería.
Es
autor de “Los Estudios Históricos sobre la Masonería” (1894), trabajo erudito y
juicioso, en el que se ocupa del idealismo masónico entroncándolo con los
misterios del hinduismo. Así mismo de “Evolución del Espíritu Masónico” (1896),
en la que con juicio certero detalla aspectos particulares con que el espíritu
masónico es adoptado según la índole de cada Or; además, de innumerables
artículos publicados, principalmente, en la “Revista Masónica”.
Su espíritu liberal, de avanzada, le lleva a
publicar un folleto bajo el título de “Reforma de la Masonería Sud-americana”
(imprenta “El Correo” – 1899) y plantear la realización de un Congreso Masónico
Latinoamericano, por lo que es considerado Precursor de la C.M.I.
Desarrolla una provechosa labor como 2do. Gr
Vig y luego como Gr Tes para, luego, en 1890 ser elegido Dip Gr M,
asumiendo las funciones de Gr Maestre por la renuncia irrevocable del titular.
Sus hh le conceden la más alta Dignidad eligiéndole como su Gran Maestre para
el año mas1891 – 1892.
En la guerra del Pacifico participa en la
defensa de Lima con el grado de sargento mayor. Pone a disposición su vasta
experiencia profesional al servicio de la ciudad de Lima, ejerciendo, en 1913,
el cargo de Teniente Alcalde del Concejo Provincial de Lima. Había nacido en
ella, en 1846 y de ella partió al O E, en 1926.
El documento donado está refrendado por el Venerable Maestro de la Logia, Hermano José María Vivanco (Sarosco), grado 30; como 1er. Vigilante lo hace
el Hermano Claudio Rebagliati, grado 32; el cargo de 2do. Vigilante lleva la firma del Hermano A. Rennier, grado14; el del Orador está signado con la del Hermano Celso N. Zuleta
(Napoleón); Secretario y Arquitecto Guarda Sellos lleva la rúbrica del hermano Ricardo Camacho,
grado 14y como Tesorero el Hermano Jorge Murga.
Estos Hermanos con su perseverancia, en su búsqueda
de la Verdad, han contribuido a la forja de nuestra Institución, con la secreta
esperanza de ejercer, en la sociedad, aquellas virtudes morales y sociales que
nuestra institución inculca a sus adeptos, que nos permitan construir una
nación integrada, próspera y desarrollada, haciendo del Perú una hermosa
realidad y no una simple y famélica utopía.
De todos ellos, llama nuestra atención un
maestro cuya brillantez de sus trabajos y de la obra, que palpita en nuestros
corazones cada vez que la entonamos, es tan magnifica como su modestia y
sabiduría. De él nos permitimos una pincelada de su existir.
En 1864 regresa, definitivamente, al Perú don
Bernardo Alcedo Retuerto, autor de la música que acompaña la letra inspiradora
del jurisconsulto y compositor, don José de la Torre Ugarte y Alarcón de
Manrique (Ica 19. 3. 1786 – Trujillo 1.9. 1851) del Himno Nacional del Perú, al
ser nombrado Director General de las Bandas del Ejército Peruano. Había
permanecido en Chile desde 1822, desempeñándose como Músico Mayor del Ejército
de ese país y años después fue nombrado como Maestro de Capilla de la Catedral
de Santiago.
Entre las cosas que han cambiado en su
ausencia, nota con pena de la existencia de varias versiones, tanto de la letra
como de la partitura, de la versión original del Himno Nacional del Perú, que
un 18 de septiembre de 1821 había sido seleccionado, en concurso público, por
el H José de San Martín y estrenado oficialmente en el Teatro de Lima un 23 de
setiembre del mismo año, entonado por la voz emocionada de la soprano Rosa
Merino quién fue la madre de nuestro primer Gran Maestre Antonio
Arenas Merino.
Ello lo lleva a publicar, en 1864, una
“verdadera edición” de la canción nacional, la que casi siempre era ejecutada
de manera arbitraria y caprichosa. En 1869, el violinista, compositor y
director Hermano Claudio Rebaglati propone al maestro Alcedo reconstruir la pieza
original, rescatando el espíritu musical y patriótico de la obra.
Don José Bernardo Alcedo, nacido en Lima el 20
de agosto de 1798, quien contaba con 71 años de edad al momento de la
propuesta, le expresa: “…que sentía el peso de sus años; que su vista
debilitada y su trémulo pulso le impedían tan pesada tarea”. Rebagliati cuenta
que: “…Ante esas circunstancias (…) Solicité, entonces, su autorización para hacer
yo ese trabajo con la condición de someterlo después a su aprobación, a lo que
el accedió gustoso y confiado (...) Me puse, pues, a la obra, comenzando por
hacerle cantar a él mismo la melodía, que yo escribí al mismo tiempo. Enseguida
la armonicé procurando darle interés, vigor, acentuación adecuada y variedad de
ritmos al acompañamiento, y compuse además una corta introducción para preparar
bien la entrada al espléndido coro. Mi trabajo, lo digo con satisfacción,
mereció la entusiasta aprobación del ilustre autor, y me autorizó a
publicarlo”.
Claudio Rebagliati aspira su primer aliento de
la ensenada en la que se asienta Noli, bello y pintoresco pueblo italiano de la
provincia de Savona, de la región de los Ligures, un 6 de octubre de 1843.
Veinte años después, junto a su padre Ángel y a sus hermanos llega al Perú en
una gira de conciertos, era 1863, incorporándose a la prospera, industriosa,
activa y numerosa colonia italiana. Asentado ya en Lima, su virtuosismo con el
violín y su inspiración para componer le llevan al éxito. Como director le cupo
el estreno de obras de los más populares compositores clásicos de la época, de
hecho fue un entusiasta difusor de la música clásica en Lima.
Su admiración profunda y entusiasta de
nuestras costumbres y tradiciones le llevan a componer su elogiada obertura “28
de julio en Lima”, en la que adapta los pregones y aires populares a la
orquesta. Reúne trece zamacuecas, cinco yaravíes, dos tonadas chilenas, una
cashua y una canción arequipeña para formar su “Álbum Sudamericano, colección
de bailes y cantos populares corregidos y arreglados para piano” (…) “dirigida
a conservar de forma correcta temas que el tiempo haría olvidar, seguramente,
para siempre”.
Entre sus obras podemos mencionar la “Misa de
Réquiem” dedicada a la memoria del H Francisco Bolognesi, la “Marcha de 1875”,
la zarzuela “Lima de mis abuelos”, la obertura “Primicia”, el Vals “Raquel”;
que son las más conocidas y que, junto a otras, en poder de algunos
coleccionistas, pudieron salvarse del incendio que sufrió su residencia de
Miraflores el 15 de enero de 1881.
Su conocimiento de la técnica, del estilo y de
la música clásica y sus autores le permite renovar y encontrar los acordes necesarios
para remarcar, con vibrantes compases, el efecto emocionante y la especialísima
sugestión que ejerce la triunfal apertura del coro de nuestro Himno Nacional, y
ello sin trastocar el espíritu que le impregnó su autor.
En 1900, nuestro H Rebagliati inicia una
campaña para que el estado reconozca como versión oficial la partitura
restaurada por él, con la participación de don José Bernardo Alcedo, en 1869.
La campaña fue apoyada por entidades sociales y destacados profesionales e
impulsada por la prensa y dio resultados: el 13 de abril de ese año el gobierno
nombra una Comisión Especial presidida por el notable compositor José Valle
Riestra.
El 25 de julio en una función realizada en el
Teatro Politeama “…lo más nutrido y lo más calificado de la sociedad de Lima,
resolvió, antes que el gobierno, el estreno público del himno restaurado por
Rebagliati, en una velada en homenaje a la memoria del coronel Bolognesi, y que
tenía como propósito incrementar los fondos destinados a la edificación del
monumento al héroe de Arica”.
Superadas algunas dificultades e
inconvenientes, la Comisión Especial emite un fallo favorable, y el 8 de mayo
de 1901 una Resolución Suprema declara la partitura de 1869 como Versión
Oficial. Posteriormente, el 4 de setiembre de 1910, el Senador por Ancash,
César del Río promueve la intangibilidad de la partitura y los versos,
iniciativa que recoge la Ley 1801, del 26 de febrero de 1913.
El Hermano Rebagliati echo raíces en nuestro suelo,
se casó, en 1865, con doña Florinda Raybaud, enviudó y se volvió a casar con
doña Raquel Carbajal, se hizo peruano de alma y corazón, lo que lo llevó a
nacionalizarse, aquí vio aquella Luz que deslumbra, abriga e ilumina y de aquí
parte al O E expirando aquel aire de los incas que le sustento la mayor
parte de su fructífera vida.
Vida llena de música con la que construye su
carácter iniciático, que le conduce, a través de la belleza de los sonidos y de
la armonía de los ritmos, a la sabiduría del silencio creador que hace obra,
sin ostentar ni pregonar, con la Fuerza que reside en la densidad de los
sonidos, la Sabiduría en toda la longitud del ritmo y con la Belleza a través
de la frecuencia de la melodía.
Descargar el documento oficial aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario